Colchones que han perdido demasiado aire y ya casi están desinflados, cajas que sólo guardan unas pocas monedas en el fondo, góndolas que han ido agotando su mercadería del viejo stock, tanques de nafta cuyos indicadores marcan de forma amenazante que ya están en reserva. Y así sucesivamente.
La lista de imágenes descriptivas que los politólogos y economistas han utilizado en este último tiempo para describir lo que le pasa a la economía argentina es larga. Y no está exenta de una buena dosis de creatividad, cuando se intenta explicar en lenguaje sencillo asuntos que revisten cierta complejidad.
Por lo pronto, todos los ejemplos apuntan en una misma dirección: había en el pasado "algo" que abundaba y que permitió sustentar el fuerte crecimiento del país.
Y ese "algo" fue exprimido de forma tal que ya no sólo no abunda sino que, directamente, comenzó a escasear, poniendo en riesgo el sostenimiento del "modelo K".
La lista es extensa y para todos los gustos. Porque en ella se anotan:
- La brutal caída del stock ganadero.
- Los dólares de las exportaciones.
- Las reservas de petróleo y gas.
- Las maquinarias ociosas, para aumentar la producción industrial.
- Los pesos del re-estatizado sistema jubilatorio.
- Los fondos disponibles para subsidiar los servicios públicos.
- Las reservas del Banco Central, que hace rato dejaron de crecer.
Y la lista sigue. Para peor, los pronósticos de analistas no son, precisamente, alentadores. Y coinciden en señalar que si bien no habrá una crisis aguda, como la de otros tiempos, sí se llegó a un punto de inflexión en el que aparecerá el amargo remedio de la austeridad, una palabra que no ha sido muy pronunciada a lo largo de todas las gestiones K.
Es elocuente al respecto el ex ministro Ricardo López Murphy, para quien es claro el diagnóstico de una "insuficiencia de recursos" que ya resulta difícil de sostener.
"Si el Gobierno nacional no reconoce el actual escenario y no hace frente los problemas, la situación económica se irá complicando y será cada vez más dramática".
Sin embargo, no todos creen que desde la Casa Rosada se ignore el tema. Más bien, muchos sostienen que Cristina Kirchner, con sus últimos "relatos", actitudes y medidas adoptadas, reconoce que se llegó a un límite.
Sin ir más lejos, era impensado años atrás que cargase contra los maestros (consciente de que es la negociación salarial que luego será tomada como referencia por el sector privado) y se mostrara inflexible a la hora de "topear" el incremento en 20%, dejando bien en claro que la "moda" de pagar unos puntitos de más por encima de la inflación ya es parte del pasado.
Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la Consultora Ledesma, interpreta que laPresidenta admite, en los hechos, que "las divisas no alcanzan para satisfacer las necesidades del Estado, permitir la compra de bienes importados, realizar pagos de dividendos, intereses y otras transferencias al extranjero, remitir utilidades y satisfacer el deseo dolarizador del sector privado".
Más crítico aparece el economista Carlos Melconian, quien afirma que "lo que está ocurriendo esfruto de una descapitalización de la Argentina".
Haciendo un nuevo aporte a las imágenes gráficas, el economista describe al país como "unnegocio que vendió la mercadería que tenía acumulada en la estantería, pero que no ha ganado mucha plata".
Buscando un nuevo "grifo verde"
Tras las señales preocupantes en materia de faltante de energía, y luego de la tragedia ferroviaria de Once, hubo un nuevo episodio que para los analistas aparece como el gran síntoma y confirmación de que "los colchones" están más agotados de lo que se pensaba.
Y tiene que ver con el avance del Gobierno sobre el dinero del Banco Central.
Con la modificación a su Carta Orgánica, se acabó la "vieja" idea de que la cantidad de reservas debía ser la suficiente para cubrir la base monetaria (dinero circulante más depósitos en entidades).
En esta nueva etapa, en la que también se hizo "sintonía fina" sobre esa caja, el total a tener en custodia será el que decida el funcionario de turno, según el momento, pudiendo destinar parte de esos fondos para urgencias o para asistir al Gobierno.
"No tener límites sobre ese dinero no sólo es peligroso sino que además puede terminar mal", afirma Orlando Ferreres, consultor y ex viceministro de Economía, quien además sostiene: "Es claro que la modificación no fue por algo ideológico sino por la necesidad de hacerse de recursos".
Más explícito aun se muestra Martín Redrado, ex presidente del Central entre 2004 y 2010, quien debió dejar su cargo en medio de una pelea con el Ejecutivo por las reservas: "Cuando se toca al Banco Central es porque ya no hay plata".
La pregunta que flota por estas horas es qué tan grave puede ser una medida de este tipo.
Como dato inquietante para los nostálgicos de la convertibilidad, la consultora Economía & Regiones difundió una estimación según la cual -para fin de año- el dólar tendría que llegar hasta los $6,56, si es que se quisiese cumplir con el "viejo" principio de que todo peso en circulación tiene que tener su dólar de respaldo en las arcas del BCRA.
De querer respetarse al pie de la letra este postulado, implicaría una devaluación de la moneda local del 50 por ciento.
Tentaciones históricas
A la hora de buscar síntomas de que los recursos empiezan a escasear, la historia argentina ha mostrado que un ejemplo paradigmático de "caja tentadora" es el ahorro jubilatorio.
"Esto que pasa hoy repite la misma matriz que se ve desde los tiempos de Perón: cada vez que entró un mango, se lo gastaron. Él lo hizo con la antigua caja jubilatoria y luego los Kirchner con las AFJP", afirma el opositor Alfonso Prat-Gay, ex titular del Banco Central.
Lo cierto es que el fondo de la Anses -creado tras la captación estatal del viejo sistema de capitalización individual- le permitió al Gobierno realizar su programa de apoyo a la industria, con ejemplos como el emblemático préstamo de $70 millones para General Motors que la Presidenta suele recordar en sus discursos.
Hoy, según los últimos datos de la Anses, ese fondo (ex-AFJP) suma $200.000 millones, lo que implica un crecimiento de 17% respecto a un año atrás. Es decir, que ha subido menos que la inflación.
Y hay un dato no menor, que tiene que ver con su composición.
Lo que antes era una mezcla de acciones, bonos y "pagarés" provenientes de la financiación de proyectos del sector privado, fue cediendo terreno en manos de los títulos públicos, que hoy acaparan el grueso de ese fondo (ahora casi el 60% es deuda estatal).
En otras palabras, ese dinero ahora también va, mayoritariamente, a financiar el gasto del Gobierno.
Esa situación es la que lleva al economista Enrique Szewach a calificar al fondo como "una ficción contable", que compromete el respaldo de los pagos jubilatorios.
El analista interpreta que esos títulos emitidos "no se pueden hacer líquidos, si fuera necesario, porque no hay fondos para pagarlos".
Comparaciones odiosas
Los críticos del Gobierno enfatizan que lo peor no es que "los colchones" se hayan agotado. A fin de cuentas, este fenómeno ocurre en todos los países cuando el ciclo económico pasa por su fase baja.
Pero ese no es el caso argentino. Aquí el agotamiento de los stocks fue un efecto provocado más por las políticas del Ejecutivo que por los problemas externos (como podría ser por ejemplo una brutal caída en los precios de la soja).
Melconian lo describe crudamente: "Es una vergüenza que un país emergente, con la tasa de interés en el mundo en cero, y con la región recibiendo capitales y montañas de inversión directa, esté a contramano y tenga que aplicar restricciones a la compra de dólares".
A modo de ejemplo, señala que en los últimos cuatro años, mientras la Argentina ha endurecido sus normas cambiarias, Brasil permitió girar al exterior u$s110.000 millones de empresas que, en ese período, invirtieron u$s220.000 millones.
Lo mismo puede señalarse para otro caso paradigmático de "colchón desinflado": el de la energía.
Un trabajo de la consultora Economía & Regiones, sugestivamente titulado, "El déficit llegó para quedarse" afirma que, lejos de ser un problema coyuntural, la dependencia del combustible importado - en un país que históricamente exportó- irá profundizándose.
La foto de hoy muestra que ya un 20% del gas consumido en el país se trae de afuera. El pronóstico de E&R es que este año el déficit comercial por energía llegará a los u$s7.500 millones, cifra muy similar a la que proyectan las consultoras privadas para el saldo comercial (u$s8.000 millones).
La siguiente infografía da cuenta de ello:
Dice una conocida frase que los éxitos tienen muchos "padres" y los fracasos son "huérfanos".
Y la misma puede aplicarse perfectamente al sector energético.
Para el Gobierno, esta acuciante caída es producto de que las empresas no invirtieron lo suficiente. Para las compañías, es la consecuencia de la regulación sobre el mercado, de haber topeado los precios de venta y del congelamiento de tarifas, que quitaron los incentivos a invertir.
Volviendo a las "comparaciones odiosas", otra vez Brasil aparece como la contracara de la crisis energética argentina.
Jorge Vasconcelos, director del Ieral, destaca que desde 1999, mientras la Argentina tuvo una caída de 28% en la producción de petróleo y apenas tuvo una leve mejora de 7% en gas, el país vecino muestra robustos crecimientos de 91% y de 84%, respectivamente.
De carne éramos
El ejemplo máximo de escasez auto inflingida no está, sin embargo, en las finanzas ni en la energía, sino en las carnicerías.
La caída en el stock vacuno, que alguna vez llegó a 60 millones de cabezas, hoy se encuentra en 48 millones, llevando el consumo a su mínimo en 90 años: 52 kilos per capita en 2011.
Nuevamente, los expertos aducen que no se debió a cuestiones climáticas ni a fluctuaciones bruscas del mercado internacional sino al efecto de las malas políticas.
"La intervención del Gobierno con las trabas a las exportaciones, la intrusión en el mercado de Liniers y en toda la cadena comercial cárnica, generaron esa caída del stock como consecuencia de la desinversión", señala Ernesto Ambrosetti, economista jefe de la Sociedad Rural Argentina.
¿Qué tan difícil de revertir es esta situación? Para el economista Javier González Fraga, llevará al menos seis años, siempre que haya correcciones en la política ganadera.
"Si no se rectifica, los productores se dedicarán cada vez más a sembrar soja, y el stock ganadero seguirá debajo de los 50 millones de cabezas", afirma.
Una de los aspectos que irritan a quienes no comparten la política oficial es que el Gobierno aduce haber ayudado al sector. En su discurso ante el Congreso, la Presidenta destacó que los productores disfrutaban ahora de un precio del ganado como hacía tiempo no se veía.
"Esta referencia de Cristina al sector cárnico fue realmente desconcertante, pues parece estar reivindicando como un logro del Gobierno al fenomenal aumento del precio del ganado en pie, cuando este salto fue justamente la manifestación más cabal del fracaso de la estrategia pergeñada por Guillermo Moreno", observa el consultor Federico Muñoz.
En definitiva, los colchones se terminaron. Demandó mucho tiempo inflarlos, y ahora que están exhaustos costará años y un gran esfuerzo volver a llenarlos.
La palabra clave que mencionan los expertos es "incentivos". Es que todo se trata, según su visión, de un "modelo" cuyo principal defecto es hacer que los empresarios pongan su energía y su dinero en los lugares equivocados.
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