“El comercio puede mejorar el bienestar de todo el mundo.” “Los mercados normalmente constituyen un buen mecanismo para organizar la actividad económica.” “El nivel de vida de un país depende de su capacidad para producir bienes y servicios.” “Los individuos responden a los incentivos.”
Ninguno de estos principios económicos es tenido en cuenta por nuestro secretario de comercio. Las trabas burocráticas y la prohibición de importaciones, la insólita exigencia,-única en el mundo- de obligar a exportar si se quiere importar, entre otras medidas autoritarias, están dislocando la economía.
Los empresarios pierden, y en forma cada vez mas acelerada, los incentivos necesarios para invertir y producir. No encuentran un marco institucional adecuado, seguridad jurídica para sus inversiones, reglas de juego estables, y una moneda sana que les permita realizar el indispensable “cálculo económico”. Estos son factores indispensables para asegurar una corriente de inversiones que redunde en la creación de mayores puestos de trabajo y en la provisión de mayores y mejores bienes y servicios.
A l escenario “hostil” a las inversiones, a la producción, y al comercio, se suman los graves problemas derivados de las políticas estatistas y dirigistas en curso, como son la falta de infraestructura y servicios energéticos.
En todos los sectores de la economía argentina están disminuyendo, a niveles alarmantes, los índices de productividad. Moreno parece ignorar que la productividad representa la cantidad de bienes producidos con cada hora de trabajo y que Argentina está lejos de la que tienen los países más adelantados.
La economía solo puede mejorar si hay inversiones en el sector productivo privado y disminuye el gasto público. Solo así se podría conseguir un aumento genuino de la demanda de mano de obra y, consecuentemente, incrementos del salario en términos reales.
Tanto ignora Moreno el proceso central de generación de riqueza de un país, que las políticas antimercado del gobierno kirchnerista han ido de contramano a crear los incentivos necesarios para la inversión, con los resultados hoy a la vista y conocidos por todos: destrucción del capital acumulado: reservas petroleras, gasíferas y ganaderas, caminos, puertos etc.
Los capitales se fugan al exterior: 70.000 millones de dólares, desde que el kirchnerismo llegó al poder.
No es la competencia de países extranjeros la que provoca pobreza sino la falta de tecnología y herramientas necesarias para producir más.
El gobierno argentino aún cree en el mito de la “planificación central”. El socialismo, según grados, de acuerdo a sus variantes, nos ha ofrecido y nos ofrece como muy bien se observa en Cuba,, una economía creada en el seno del gobierno y apoyada por intelectuales, donde lejos de ser el resultado de las necesidades e interacciones de las personas, surge de gobiernos que llegan al poder mediante revoluciones o también mediante el voto. Todos, en mayor o menor medida, hieren de muerte a la propiedad privada ya sea mediante estatizaciones o interviniendo en los mercados.
Esquilmando a la sociedad, apropiándose del capital que le pertenece, pueden utilizarlo como ellos desean y con un objetivo fundamental: mantenerse en poder.
Argentina, como Venezuela, Bolivia y Ecuador, se va pareciendo más al modelo fascista donde se asfixia a la economía controlando los precios, deciden desde el gobierno que se debe exportar o producir, obstruyen los mercados, impidiendo que se desarrolle una economía capitalista.
Los argentinos no hemos aprendido de las experiencias que nos brinda la Historia. Tanto el sistema socialista como el fascista se oponen al capitalismo y a la democracia. Pretenden un estado poderoso donde los principios liberales son desechados: anulan el estado de derecho. La principal diferencia consiste en que los estados fascistas permiten la existencia de empresas privadas. Pero, en realidad, están bajo la continua intervención y el control estricto del estado. La dictadura es la consecuencia inevitable de ambos regimenes.
Los líderes políticos argentinos deberían especificar en sus plataformas políticas y electorales cual es el rumbo que van a seguir. No caben términos medios: si no se cree en la libertad política y económica, tarde o temprano, en la práctica, se termina en el socialismo o el fascismo. Las consecuencias son las que estamos comenzando a ver con claridad en nuestro país.
(*) Por Elena Valero Narváez.
A Moreno, sòlo falta agregarle la nariz de payaso, y tiembla Piñòn Fijo...
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