No sabemos si es por pura casualidad, que quienes pregonan el reparto de las riquezas, se refieren siempre a las riquezas ajenas, nunca a las propias.
Así, ha funcionarios de gobierno, empresarios que actúan en política, gremialistas, representantes de la iglesia,m etc., poseedores de valiosos bienes, que en publicaciones, discursos y sermones, todos los días pregonan la necesidad de un sistema de reparto social de las riquezas.
No hay ninguna ley que les prohíba predicar con el ejemplo, comenzando por repartir sus propios bienes entre los seres que los superen en necesidades.
Tampoco se puede creer que sus prédicas tengan por fin conseguir una ley que les obligue a repartir sus propios bienes.
Por lo tanto, cuando estas prédicas provienen de personas de respetable condición económica, denotan un alto grado de hipocresía.
Cuando provienen de individuos de escasos recursos, revelan el deseo de usufructuar, sin mayor esfuerzo, de los bienes por otros producidos.
La ayuda voluntaria a las necesitados, es una virtud que hace dichosos a los que conocen el inmenso placer de dar, que hace gozas de la felicidad que les proporciona la grandeza de sus alma noble y generosa.
Pero si se llegara a un sistema legal que obligara a un reparto de los bienes legítimamente granados, sería "robarles a unos para darle a otros".
No hay comentarios:
Publicar un comentario