Toda idea de nación se funda en mitos. Son los mitos históricos que, para bien o mal, encarnan nuestra identidad. Pero, además, los argentinos compartimos otra clase de mitos. Mitos sobre nuestra realidad económica y social fraguados en un pasado, pero no por ello menos arraigados. Esos mitos nos separan del futuro. Nos paralizan. Su condición más negativa es que nos sumergen en la desazón y la apatía. “Es lo que hay”, dicen los jóvenes. “Argentina, año verde” decían nuestros viejos.
Nosotros decimos: "Tenemos que despertar". Tenemos que comprender las causas de nuestro fracaso. Tenemos que encontrar los caminos que conducen al éxito. Tenemos que darnos cuenta. Y darse cuenta es, ante todo, saber discernir entre los mitos y la realidad. ¿Cuáles son esos mitos? ¿Cuál es la realidad que la mayoría desconoce?
Uno de esos mitos es que somos un país rico porque poseemos grandes recursos naturales. Y que el problema es que esa riqueza no está bien distribuida. La realidad es que los recursos naturales por sí solos, no generan riqueza. La riqueza es creada cuando a los recursos naturales se les suma inversión, trabajo, conocimiento, tecnología, organización, gestión y se asumen todos los riesgos que las actividades productivas conllevan.
El mito es creer que el campo genera miles de millones en divisas para el país, sólo gracias a la fertilidad de la Pampas y al buen tiempo. La realidad es que para que esa riqueza se produzca, los productores invierten en semillas, fertilizantes, agroquímicos, silos, sembradoras, tractores, cosechadoras, combustibles, lubricantes, servicios financieros, comerciales, etc.
El mito asegura que la industria genera empleo, mientras que el campo no.
La realidad es que el campo, directa e indirectamente, da trabajo a más de 5.000.000 de argentinos. El mito es que el campo es una “actividad primaria”, siguiendo al paradigma de la revolución industrial que dividía la producción en: primaria o agrícola, secundaria o industrial y terciaria o de servicios. La realidad es que el campo crea valor a partir de la tierra; dirige y aumenta la productividad de los suelos. Hace 50 años, una hectárea de suelo permitía producir 1.000 kilos de trigo por hectárea. Actualmente, con la incorporación de conocimientos y tecnología, la producción de trigo en algunas zonas puede sobrepasar los 8.000 kilos/ha.
Un mito muy difundido sostiene que el aumento de la producción agrícola argentina pone en riesgo los recursos naturales. Es el mito de la “sojización”. La realidad es que la Argentina está a la cabeza a nivel mundial en agricultura conservacionista, y se realiza con menos agua y menos combustible que la agricultura europea, por ejemplo.
Argentina: De los mitos al futuro . La realidad es que más del 70% de la superficie agrícola en Argentina, se realiza en siembra directa, frente a un 7% mundial.
Finalmente, otro de de los mitos asegura que un país agro exportador no puede ser desarrollado. La realidad es que un país como Nueva Zelanda, que hizo del desarrollo agrícola ganadero una política de Estado, logró elevar a u$s 25.000 su ingreso per cápita. Como lo hicieron Nueva Zelanda, Australia, Chile y tantos otros países, Argentina debe aprovechar sus ventajas comparativas, para transformarlas en ventajas competitivas.
Esa es la clave del desarrollo de un país.
Actualmente se presenta una nueva oportunidad, relacionada con el desarrollo de la biotecnológica y la producción de alimentos. Precisamente, de la mano de la innovación de productores agrícolas, Argentina ha sido uno de los países pioneros en adopción y desarrollo de biotecnología aplicada al agro. Esto no solamente ha impulsado el incremento de la productividad, pasando de 60 a 100 millones de toneladas de granos en sólo 5 años. Nos ha puesto, además, en el exclusivo grupo de países que hablan el código que va a definir el avance tecnológico en las próximas décadas.El campo ha dado origen a una naciente industria biotecnológica en Argentina. ¿La veremos crecer?
Como en todos los países donde una industria central ha sido el motor de su desarrollo, ésta debe ser comprendida y apoyada por su gente, y convertida en política de Estado por sus gobiernos. Integrarnos con éxito al mundo requiere competir en aquello que hacemos bien. Así como somos competitivos en fútbol, hockey, tenis y rugby. Si el agro es el equivalente de nuestro fútbol, aquello en los que podemos ser campeones a nivel mundial, ¿cuáles son aquellas otras industrias que serían como nuestro hockey, nuestro rugby, nuestro tenis? ¿El turismo, el cine, la moda, el diseño?.
De eso se trata darse cuenta. De estar atento a lo que demanda el mundo. De aceptar sus reglas. De valorar, confiar y desarrollar nuestras capacidades. De apoyar y estimular el talento, la innovación, la cultura del esfuerzo y el trabajo.
Es hora de dejar atrás los mitos y aprovechar las oportunidades que las circunstancias actuales nos ofrecen. Ese es el camino al futuro.
¿Nos estamos dando cuenta?
Que pasa? Extrañan a Mr Danger tocandonos el culo y cobrando intereses que estan tan nerviosos?
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