Tiempos turbulentos. Hay una insólita empatía del clima político con la meteorología: ambos pronostican inestabilidad. Un regreso sin gloria que habrá de disiparse lo antes posible de las crónicas, y un retomar el cauce proselitista que, en definitiva, no es sino el rumbo natural de la gestión kirchnerista desde su asunción diez años atrás.
A grandes rasgos, eso es lo que puede esperarse de aquí en adelante. En una sola frase quizás, Cristina no mintió: la reelección no depende de sí misma. ¿Entonces? Entonces hay trabajo por hacer y cuestiones en demasía por resolver. El gobierno va en busca de los dos tercios que necesita para su mayor objetivo: reformar la Constitución Nacional. ¿Cómo lo hará? A su modo, es decir a todo o nada, sin atender reglas férreas, sin respetar normas que frenen, sin miramientos éticos ni principio moral.
Nada que sorprenda: ¿Cuántas veces el oficialismo quebrantó toda lógica y racionalidad para lograr su voluntad, ya sea una meta, un negocio o simplemente otro capricho presidencial más? Hasta es factible que la reforma de la Carta Magna se alcance violando, precisamente, algún precepto constitucional.
Sin embargo, la sociedad ha salido de la apatía que la sumió durante tanto tiempo en la indiferencia, permitiendo cualquier atropello del poder central. No será fácil pues, llegar al 2015 sin que se advierta la estafa, la malicia y la trampa. El kirchnerismo sabe que debe vencer en las legislativas del año próximo con más del 40% de los votos en la mayoría de las provincias.
Hay un dato inexpugnable a tener en cuenta para advertir que el gobierno ya tiene cierta ventaja en lo que concierne a esos comicios. La ciudadanía puede hacer descender aún más la imagen presidencial, y blandir cacerolas con continuidad, pero no debe olvidar que la elección del 2013 se dará en un marco favorable para los K.
A saber: los diputados salientes son justamente aquellos electos en el 2009, cuando el kirchnerismo perdió la elección. Y los que continuarán en sus cargos son los que ingresaron al Parlamento, en el 2011 cuando el gobierno ganó indiscutiblemente. Esta realidad corrobora que un triunfo por algo más del 40% les dará los dos tercios necesarios para declarar la necesidad de la reforma, y luego llamar a elección de convencionales constituyentes.
Si los personajes que constituyen el rango opositor no tienen presente ese escenario, el futuro del país está cantado. Es por ello que no es momento para discutir particularidades sobre plataformas electorales, ni debatir proyectos de país, o acentuar prejuicios socialistas o liberales. Para esas polémicas habrá tiempo después. Es preciso que Mauricio Macri, Hermes Binner, y el "peronismo no K" comprendan cual es la urgencia, y no se pongan ahora a forzar lo que ayer sí era esencial. El escenario ha cambiado.
Y hoy, aunque resulte paradójico, no es tiempo de forjar una unidad total para enfrentar el poderío oficial. Lo que alguna vez fue fundamental, hoy resultaría funcional al Ejecutivo Nacional. Todos unidos vamos al fracaso.
Si el Frente Amplio Progresista se uniera al conjunto del Pro y el peronismo no kirchnerista, posiblemente dejaría sin opción a un amplio conglomerado social que nunca votaría a Mauricio Macri por prejuicios aún reinantes. Así también, quedarían fuera aquellos que no estén dispuestos a cerrar filas con una izquierda sinuosa como lo es la del socialismo de Binner y Donda.
El gobierno quiere como nunca antes la unión de la oposición y todo cuanto hace y hará se encamina hacia esa necesidad. Si los opositores unifican lista, el kirchnerismo podrá hacerse para sí, de aquellos grupos que hemos mencionado en el anterior párrafo.
La opción Cristina Kichner o Hermes Binner no es tan dispar, y habrá quien emitan votos a favor de una continuidad con tal de no dar lugar a lo que el Ejecutivo se esmera en denominar: la derecha recalcitrante del macrismo, la oligarquía de las cacerolas y del libreto del monopolio Magnetto. Aún cuando el Pro no halle esa comunión en su seno, hay casilleros y etiquetas que ya han sido, oportunamente, dispuestos.
Es necesario pues, que Macri aúne criterios con el peronismo disidente, y el FAP (Frente Amplio Progresista) reúna a la izquierda reticente a fin de ofrecer al electorado, ambos polos ideológicos sin confusiones. Nadie debe quedar sin opción
Guste o no, el gobierno ha generado la escisión social y de ideas desde el 2003, y ha recreado la antinomia derecha versus izquierda, o revolucionarios versus reaccionarios, como se prefiera. Si a ambos sectores se le oferta candidatos en las legislativas, no habrá fuga de votos hacia la opción kirchnerista.
Esto sucede porque no se trata de una elección presidencial donde la unidad opositora quizás resulta más oportuna. Es una elección legislativa de singular importancia por el objetivo de la mandataria.
La ciudadanía debe poder optar por un progresismo de centro izquierda así como también, hallar otra oferta clara desde la centro derecha. Para el gobierno será pues más complejo acaparar voluntades. Si la oposición se uniese, la mezcla provocaría posiblemente, un trasvasamiento de votos originariamente opositores.
Un escenario que permita elegir entre una centro derecha nucleada en torno al Pro y al PJ disidente, y una centro izquierda alrededor del Frente Amplio Progresista, reducen la posibilidad del kirchnerismo de alcanzar los dos tercios. Unidos todos ellos, facilitarían a Cristina hacerse de la mitad de los sufragios y completar sus bancas vacías.
A sabiendas de esto, el gobierno va por la unión de opositores. Algo soñado por tantos pero no ahora, sino en el pasado.
En política, las circunstancias varían, y lo que ayer era óptimo, hoy puede resultar nefasto. Es tiempo pues, de pensarlo...
(*) Por Gabriela Pousa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario